Todos hemos pasado por ese momento: estás viendo una serie tranquilamente, terminas un capítulo y justo cuando vas a empezar el siguiente… ¡zas! Notificación de actualización de software en el televisor. Y claro, tú, que quieres tener todo al día, piensas: “Bueno, será algo rápido, seguro que mejora la tele”. Pues no. Spoiler: no siempre es así.
Yo también caí en esa trampa. Le di a actualizar como si fuera lo más normal del mundo. Pensé que mejoraría el rendimiento, que se arreglarían esos fallitos que uno ni nota, o que añadirían alguna función nueva. Pero no. Lo que vino después fue una pesadilla digna de esas historias que uno lee en foros de tecnología y piensa que jamás le pasarán. Pues sí. Mi televisor quedó peor que antes.
Y claro, uno no se queda tranquilo. Me puse a investigar por internet, en Reddit, en foros de usuarios, y lo que descubrí me dejó con la boca abierta: hay montones de personas en la misma situación, con problemas que van desde un sistema lento hasta pantallas congeladas. Así que sí, actualizar el software del televisor puede parecer una buena idea… pero puede salirte muy caro.
Lo que aprendí cuando mi tele se volvió loca después de una actualización
Lo primero que noté fue que las aplicaciones iban a pedales. Netflix tardaba una eternidad en abrir, YouTube se congelaba cada dos por tres, y el menú principal… madre mía, parecía que estaba usando una tele del 2010. Todo iba lentísimo, como si el televisor de repente hubiese envejecido diez años en una noche.
Y no era el único. Encontré casos de personas que, después de actualizar, no podían ni encender su tele. Otros se quedaron atrapados en una pantalla negra, o en el logo de inicio sin que la tele pasara de ahí. Algunos decían que incluso el HDR se había estropeado, o que los colores se veían apagados, planos, sin vida. Es decir, una actualización que supuestamente venía para “mejorar la experiencia”, terminó arruinando la calidad de imagen.
Pero hay algo peor: el Wi-Fi empezó a fallar. A veces no conectaba, otras veces se caía a media película. Y claro, hoy en día con las teles tan dependientes de internet, eso es básicamente como tener una pantalla decorativa. Algunos decían que ni el reinicio solucionaba el problema. Y lo peor de todo es que muchas de estas actualizaciones son automáticas o forzadas, sin opción de decir que no. Si tu tele está conectada a internet, es probable que se actualice sola sin preguntarte.
Y si algo sale mal, no hay vuelta atrás. En móviles o portátiles, puedes hacer un «downgrade», instalar una versión anterior… pero en teles no. Algunas marcas permiten hacerlo mediante USB, pero con archivos difíciles de encontrar y pasos que parecen sacados de un manual técnico de la NASA. La mayoría de nosotros no está para eso. Y, mientras tanto, te quedas con una tele a medio funcionar.
¿Qué hacer para que no te pase lo mismo?
Primero: no actualices a la primera. De verdad, resiste la tentación. Espera unos días o incluso semanas, y busca en internet si la gente está teniendo problemas con esa actualización. Reddit, foros, grupos de Facebook… lo que sea. Si ves que todo va bien, entonces adelante. Pero si ves que hay quejas, mejor pasa de largo.
Segundo: si tu tele lo permite, desactiva las actualizaciones automáticas. No todos los modelos lo permiten, pero si el tuyo sí, es la mejor decisión que puedes tomar. También puedes desconectarla de internet si no usas apps en la tele directamente. Usa un Fire TV, Chromecast, Apple TV o lo que quieras, pero externo. Así, si algo falla, no te quedas sin tele, solo cambias el dispositivo.
Tercero: haz copias de seguridad si tu tele lo permite, o anota tus ajustes personalizados. Porque en algunos casos, después de una actualización, se borran los perfiles, las contraseñas, las apps instaladas y hasta la calibración de imagen. Y empezar de cero es un dolor.
Por último, si ya es tarde y tu tele se ha vuelto loca, intenta buscar si hay un firmware más estable en la web oficial del fabricante. A veces cuelgan versiones anteriores que puedes instalar por USB. Y si nada de eso funciona, toca tirar de garantía… si es que aún la tienes.
Así que ya sabes, la próxima vez que veas ese mensajito que dice “Hay una nueva actualización disponible”, no te lances sin pensar. Tu televisor no es un móvil. No siempre “mejorar” significa “funcionar mejor”. Y en muchos casos, como me pasó a mí, te puedes quedar con una tele que parece otra, pero para mal.