Vale, vamos a hablar de algo que suena un poco técnico, pero que es la base de por qué tus altavoces suenan bien o no. ¿Te has preguntado por qué esos subwoofers gigantes ocupan medio salón mientras que los tweeters caben en la palma de tu mano? No es capricho ni moda. La física manda, y la protagonista de esta historia se llama resistencia de radiación.
Antes de que empieces a sudar pensando que esto va de fórmulas raras, respira tranquilo. Vamos a explicarlo todo de forma muy, pero que muy terrenal. Porque al final, esto va de cómo una membrana vibrante (el cono del altavoz) consigue mover el aire y transformar electricidad en sonido. Y de cómo, si no se hace bien, el bajo se pierde, y el agudo suena como un mosquito cabreado.
La idea es simple: para que un altavoz suene fuerte y claro, tiene que ser capaz de empujar el aire con eficiencia. Y esa eficiencia depende, entre otras cosas, de qué tan bien “conecta” el altavoz con el aire. Eso, en el mundillo, se llama resistencia de radiación. Y sí, aunque no se hable mucho de ella fuera de los foros de audio freaks, es una de las claves de cualquier diseño acústico decente.
La resistencia de radiación: lo que hace que un altavoz sea un altavoz de verdad
La resistencia de radiación es básicamente cuánto de la energía que mueve el altavoz se transforma realmente en sonido que llega a tus oídos. Es decir, cuánta energía se escapa como ondas sonoras, y cuánta se queda “atascada” o se pierde. Y aquí es donde entra en juego el tamaño del altavoz y la frecuencia del sonido.
¿Qué pasa con las frecuencias bajas?
Los graves, esos que hacen que tiemble el sofá cuando hay una explosión en una peli, tienen una longitud de onda muy larga. Por ejemplo, un sonido de 20 Hz tiene una longitud de onda de más de 17 metros. ¡Una barbaridad! Si pones un altavoz pequeño a intentar mover esa masa de aire, es como soplarle a un camión con una pajita. Simplemente, no puede.
Por eso, cuanto más bajo el sonido, más grande necesita ser el altavoz. Un woofer necesita tener una membrana bien grande para empujar bastante aire y que ese grave se note. Y si no puedes hacerlo tan grande, tienes que recurrir a otros trucos como puertos bass reflex, radiadores pasivos o directamente meterle un amplificador que mueva la casa de sitio.
¿Y con las frecuencias altas?
Ah, aquí la historia cambia. Las frecuencias altas (agudos) tienen longitudes de onda muy cortas, a veces de apenas un par de centímetros. Esto significa que incluso un altavoz pequeñito, tipo tweeter, puede mover el aire suficiente para sonar alto y claro. No necesita ser grande, porque el aire “responde” bien a esa vibración.
Además, los tweeters deben moverse rapidísimo para seguir el ritmo de esos sonidos agudos, y para eso, cuanto más pequeño, mejor. Menos masa, más velocidad, menos distorsión.
¿Y cómo se calcula esto?
Sin meternos mucho en el fango matemático, la eficiencia del altavoz (y por tanto su resistencia de radiación) se puede calcular con fórmulas que involucran el diámetro del altavoz, la frecuencia del sonido y la velocidad del sonido en el aire. Hay fórmulas para esto, pero quédate con esto:
- A frecuencias bajas, si el altavoz es pequeño, la resistencia de radiación es mínima.
- A frecuencias altas, incluso altavoces pequeños tienen buena resistencia de radiación.
Así que si quieres que tu altavoz reproduzca bien un sonido de 20 Hz, el cono debería tener como mínimo 4 metros de diámetro. Sí, has leído bien: ¡cuatro metros! Eso no entra ni en el maletero de un SUV, por eso los fabricantes hacen compromisos: subwoofers grandes (pero no tanto), cajas con puertos, ecualización digital, y otras técnicas para que parezca que suenan más graves de lo que físicamente pueden.
¿Entonces por qué algunos altavoces pequeños suenan bien?
Muy buena pregunta. Porque los ingenieros no son tontos y se las han ingeniado para compensar la falta de tamaño. ¿Cómo? Con:
- Cajas bass reflex que refuerzan ciertas frecuencias.
- DSPs (procesadores digitales) que le meten caña a los graves.
- Ubicación estratégica en la habitación (esquinas, cerca de paredes…).
- Radiadores pasivos que simulan un cono extra.
- Subwoofers dedicados que se encargan exclusivamente de los graves.
El resumen para llevar
- Los woofers son grandes porque necesitan mover mucho aire para los graves.
- Los tweeters son pequeños porque los agudos no requieren tanto empuje.
- La resistencia de radiación es lo que decide si la energía se convierte en sonido o se pierde.
- Y sí, por mucho que avances en tecnología, la física sigue mandando.
Así que la próxima vez que veas un altavoz grandote y pienses “¿no será exagerado?”, recuerda: no es exceso, es necesidad. Como decimos por aquí: “para mover graves, necesitas músculo”.