Si hace unos años nos hubieran dicho que Google TV podría estar en peligro, muchos habríamos soltado una carcajada. Al fin y al cabo, hablamos de Google, el gigante que todo lo sabe, todo lo busca y todo lo controla… ¿o no? Pues resulta que incluso los titanes tienen pies de barro, y en el caso de su plataforma para Smart TVs, las cosas no pintan tan de color de rosa.
La historia empieza con una confesión inesperada: Google no es tan bueno vendiendo anuncios en su propio Google TV. Sí, has leído bien. Después de años exigiendo a las apps y canales que compartieran parte de su inventario publicitario para estar en la plataforma, ahora ha reculado y les devuelve esos espacios… a cambio de un simple porcentaje de los ingresos. Una especie de “oye, vosotros sabéis vender mejor que yo, así que hacedlo, y me dais mi parte”.
Esto, lejos de ser un simple cambio de estrategia, ha encendido todas las alarmas. Porque mantener Google TV cuesta —y mucho— y los números no están saliendo. Entre acuerdos con fabricantes, pagos a minoristas y la feroz competencia de Amazon y Roku, la pregunta ahora no es si Google quiere seguir en este juego… sino cuánto está dispuesto a pagar por seguir.
Un gigante en apuros: el caso Google TV
Para entender el berenjenal en el que se ha metido Google, hay que mirar un poco atrás. En 2014, Google lanzó Android TV, y en 2020 lo juntó todo bajo la marca Google TV, sumando Chromecast y una interfaz más vistosa. La idea era clara: crecer primero, ganar dinero después, como hicieron con Android en móviles. Y vaya si crecieron: más de 270 millones de dispositivos activos al año pasado, y probablemente más de 300 millones a día de hoy.
El problema es que no todos esos millones son igual de rentables. Muchos dispositivos están en mercados donde la publicidad digital deja mucho menos margen. Otros están en la llamada “operator tier”, versiones modificadas por operadores de TV que apenas dejan hueco para que Google saque tajada. Por eso, el mercado norteamericano es clave, y ahí es donde se ha aliado con Sony, TCL o Hisense. Pero esas alianzas no son gratis: Google paga “bounties” —una especie de comisión— por cada tele con Google TV que se vende.
Y aquí llega la estocada: Amazon ha entrado al trapo. El año pasado empezó a vender teles Hisense con Fire TV, quitando del medio las que tenían Google TV. ¿Cómo? Pagando más. Hasta 50 dólares por tele vendida, según fuentes. Google paga, sí, pero no a ese nivel. Así que la batalla es cara, muy cara… y no está claro que Google quiera seguir tirando la casa por la ventana para mantener su sitio en las estanterías.
Por si fuera poco, dentro de la propia Google hay división de opiniones. YouTube está triunfando en las teles sin necesidad de Google TV. Su cuota en el visionado total en EE. UU. es brutal, y sus ingresos publicitarios van viento en popa. Tanto, que algunos ejecutivos piensan que el dinero de Google TV estaría mejor invertido en reforzar YouTube.
De momento, Google sigue pagando las comisiones a fabricantes y tiendas, pero ya busca contratos más cortos. Esto huele a que están tanteando un plan B: recortar presupuesto y dejar que Google TV sea más un “hobby caro” que una línea de negocio seria, al estilo de Apple con el Apple TV.
¿Que Google TV desaparezca del todo? Poco probable. Pero que pierda presencia, invierta menos y deje de pelear en igualdad contra Amazon o Roku… eso sí es un escenario bastante realista. Y si algo nos enseña esta historia es que, incluso para Google, la tele sigue siendo un negocio complicado.
Via: The Verge