Parece uno de esos términos que sólo usan los frikis del audio, ¿verdad? Eso de “DAC”, así, en mayúsculas, suena a componente caro, técnico y reservado a gente que se gasta un sueldo entero en un equipo de sonido. Pero la verdad es que ya estás usando un DAC cada día de tu vida, y probablemente sin darte cuenta.
Tu móvil, tu tablet, tu portátil, la tele, incluso ese viejo reproductor de CD que tienes por ahí… Todos ellos llevan dentro uno de estos pequeños dispositivos. Un DAC, o Digital to Analog Converter, convierte la música digital (esos famosos “ceros y unos”) en sonido analógico. Y sin eso, créeme, no escucharías ni un susurro.
Ahora bien, si todos los aparatos ya traen un DAC dentro, ¿para qué molestarse en comprar uno externo? Pues por la misma razón por la que la gente cambia los auriculares de serie del móvil por unos mejores: la diferencia en la calidad de sonido puede ser brutal. Y si te gusta escuchar música en condiciones, te interesa —y mucho— seguir leyendo.
¿Qué es un DAC y para qué sirve?
Vamos a dejarlo claro y sin tecnicismos. La música digital es sólo información en forma de números. Una canción en Spotify, un archivo FLAC o incluso un vídeo en YouTube no suenan “como tal” hasta que alguien (o algo) convierte esos datos en señales que tus altavoces o auriculares puedan interpretar. Ese “algo” es el DAC.
Para que lo veas más claro: imagina que la música digital es un idioma alienígena, y tu oído solo entiende el castellano de toda la vida. El DAC es el traductor que hace que ese idioma raro se convierta en algo que puedas disfrutar, cantar o incluso llorar (sí, todos tenemos esa canción que nos parte por dentro).
Entonces, ¿por qué debería importarte el tipo de DAC que usas? Porque no todos los traductores son buenos. Algunos se comen palabras, otros meten ruido, y los peores directamente cambian el mensaje. Lo mismo pasa con los DAC integrados en móviles o PCs baratos: hacen su trabajo, sí, pero a lo justo.
¿Y sabes qué? Muchos fabricantes recortan precisamente en esa parte para ahorrar costes. Si el DAC de tu portátil no es gran cosa (spoiler: no lo es), entonces por muy buena que sea la música que escuchas, nunca estarás oyendo todo su potencial. Es como ver una peli 4K en una tele de tubo. Técnicamente funciona… pero meh.
¿Por qué querrías un DAC externo?
Vale, ya te he convencido de que un DAC importa. Ahora vamos a lo práctico. ¿Qué consigues tú con uno externo? Pues para empezar, una mejora inmediata en la calidad de sonido. Y eso lo notas incluso con unos auriculares decentes y un par de canciones bien grabadas.
Un DAC dedicado se encarga únicamente de convertir el audio digital de la forma más fiel posible, sin distracciones, sin interferencias y sin los compromisos que hacen los dispositivos “todo en uno”. Esto significa más claridad, más detalle, menos distorsión y, en general, una experiencia sonora que te va a hacer redescubrir tus discos favoritos.


Audioquest DragonFLY COBALT DAC


iFi audio Go Link Max
Y no te preocupes si no tienes ni idea de por dónde empezar. Hay DACs portátiles tan pequeños como un pendrive (perfectos para el móvil o el portátil) y otros más grandes para tener en el escritorio o en tu equipo de sonido del salón. Algunos incluso llevan amplificador de auriculares incorporado, lo que los hace perfectos para exprimir auriculares exigentes.
¿Y qué pasa con el tipo de música que escuchas? Pues también influye. Si estás todo el día con MP3s de baja calidad o escuchando música en streaming muy comprimida, un DAC puede ayudarte… pero no hará milagros. Ahora bien, si usas archivos FLAC, WAV, ALAC o escuchas música en calidad CD o Hi-Res, ahí es cuando la mejora se nota sí o sí.
Y si eres de los que disfrutan con DSD (un formato algo más «pro»), asegúrate de que el DAC que compres lo soporte. Muchos lo hacen, pero no todos.
Tipos de DACs: ¿cuál es para ti?
Como en todo, hay DACs para todos los gustos y bolsillos. Si quieres algo portátil para mejorar el sonido del móvil o el portátil, los tipo USB-C como el iFi Go Link o los clásicos AudioQuest DragonFly son apuestas seguras. Son pequeños, no necesitan fuente de alimentación externa y funcionan enchufándolos y listo.
También hay opciones Bluetooth, como el iFi GO blu, ideales si quieres un DAC para llevar por ahí sin cables. No dan el mismo nivel que uno por cable, pero aún así mejoran muchísimo lo que sale directamente del móvil.
Luego están los DACs de escritorio, como el Chord Mojo 2 o el iFi Zen DAC, perfectos para usar en casa con auriculares buenos o como parte de tu sistema Hi-Fi. Estos DACs suelen ofrecer más conexiones, mejor calidad de conversión y hasta controles de volumen o filtros personalizados.
Y finalmente, si eres un auténtico fanático del sonido (y tienes presupuesto), puedes mirar hacia DACs más premium como el Chord Qutest o incluso el Chord DAVE. Sí, valen una pasta, pero son lo mejor de lo mejor en conversión digital-analógica.
En resumen: ¿merece la pena un DAC? Pues sí, si te gusta la música, vale cada euro invertido. No necesitas gastarte una fortuna para notar una mejora clara. Uno portátil por menos de 100 euros ya puede hacer que tus canciones suenen mucho más vivas, definidas y con más presencia. Y si te animas a subir de nivel, descubrirás que hay capas de sonido que ni sabías que existían en tus temas favoritos.
Recuerda esto: la calidad del sonido no depende sólo de los altavoces o auriculares, sino también de cómo llega esa señal hasta ellos. Y ahí es donde un buen DAC marca la diferencia. Puede que no lo veas… pero lo vas a oír. Y una vez que lo hagas, no hay vuelta atrás.