Samara Weaving ha aterrizado en la plataforma de streaming de Prime Video con un nuevo thriller, esta vez con un grupo de mujeres como líderes, de supervivencia que pondrá alerta todos tus sentidos. Se trata de la película de terror titulada ‘Azrael’ que nos transporta a un mundo en el que nadie habla, pero sí que ejercen la violencia física. De hecho, el personaje de Samara Weaving, la protagonista de la historia, es duramente perseguida tras escaparse de su reclusión.
La película de terror dirigida por E. L. Katz se presenta como un singular experimento de terror postapocalíptico que fusiona el misticismo primitivo con la ferocidad inherente a la supervivencia. En un futuro en el que la humanidad parece haber extraviado el uso del lenguaje, la violencia se convierte en el único código posible, una gramática brutal que articula cada encuentro. Desde esa premisa, el filme se despliega en un territorio fronterizo entre un relato de resonancias bíblicas, despojado de toda solemnidad, y una fábula contemporánea de pura barbarie: una especie de Mad Max sin motores, donde la pulsión de muerte late como una marca indeleble en cada movimiento.
Un universo cerrado en Prime Video
La película muestra un universo cerrado, casi hermético, donde los símbolos religiosos sobreviven como vestigios que aún respiran bajo la superficie del desierto moral que lo envuelve todo. La protagonista avanza a través de un purgatorio terrenal en el que redención y castigo son fuerzas indistinguibles, espejos oscuros de una misma condena. Weaving asume por completo el peso de esa metáfora: su cuerpo, su mirada endurecida y su capacidad de resistencia funcionan como vehículos para un tránsito espiritual que se desarrolla en un mundo que ha dejado de reconocer cualquier huella de lo divino.
La dirección de fotografía de Manuel Billeter amplifica ese tormento interior mediante un cromatismo terroso, casi febril, donde la luz natural opera como una forma de penitencia constante. Cada encuadre parece surgido de un ritual arcano, un espacio donde el polvo, la carne y la sombra establecen un diálogo áspero y profundamente físico.
Por momentos, la película adopta el pulso de un survival horror de respiración íntima, como si el verdadero terror se alojara dentro del propio cuerpo de la protagonista. La violencia renuncia a cualquier tentación de espectáculo para convertirse en un acto de significación: cada herida abre una grieta nueva en la narrativa del fin del mundo, un recordatorio de que incluso el dolor puede ser un dialecto más en este paisaje sin palabras.
Esa idea se consolida en el montaje, que apuesta por silencios tensos, respiraciones entrecortadas y estallidos de furia física capaces de desestabilizar al espectador. La coherencia visceral con la que el filme convierte el sufrimiento en lenguaje termina por sellar su propuesta estética: un relato que late, hiere y se expresa a través de la carne.
Katz logra contener la tensión sin diálogos

La ausencia de una gran cantidad de diálogos en la obra podría haber condenado a esta película a un estatismo peligroso, pero Katz consigue evitar ese escollo con un ritmo hipnótico, casi ceremonial, que alterna momentos de sosiego con estallidos abruptos de violencia y revelación. Es precisamente en ese vaivén donde Azrael encuentra su verdadera dimensión: no como un ejercicio convencional de terror, sino como una experiencia contemplativa que explora el pecado, la culpa y la pulsión persistente hacia la fe. El filme no intenta asustar; más bien busca redimir su propia monstruosidad, revelar la humanidad latente bajo la piel desgarrada del apocalipsis.
En su tramo final, sin embargo, la obra coquetea con un exceso formal que amenaza con diluir la contundencia de su premisa inicial. La estilización extrema, el gusto casi fetichista por la sangre y la coreografía del dolor desplazan por momentos el peso filosófico hacia un efectismo más superficial. Aun así, la coherencia tonal del conjunto mantiene en pie la fábula sin quebrar su identidad.
Azrael se consagra como una alegoría de una humanidad hecha ruinas que sigue buscando un modo de ser oída, incluso cuando ya no quedan palabras. Katz no se ha propuesto hacer una película complaciente, apta para todos los públicos, sino todo lo contrario. La película no será del agrado de todo el mundo pero, todo aquel que la vea, quedará impactado. Como decíamos, la tenéis disponible en Prime Video.




