Vale, vamos a ser sinceros. Todos hemos metido la pata alguna vez con nuestros altavoces. Que si los colocamos mal, que si los conectamos a lo loco, que si nos da pereza buscar información antes de comprarlos… Y luego vienen los lamentos: “¿por qué esto no suena como en la tienda?”, “¿por qué los bajos parecen una lavadora en centrifugado?” o “¿y ese pitido molesto?”. Pues eso, hay cosas que simplemente NO debes hacer si quieres disfrutar del sonido como Dios manda.
Yo el primero: cuando me compré mis primeros altavoces estéreo pensaba que con enchufarlos y ya, todo iba a sonar espectacular. Spoiler: no. Descubrí (a base de ensayo, error y algún que otro cabreo) que la calidad del sonido no depende solo de lo buenos que sean los altavoces, sino también de cómo los trates.
Así que si acabas de comprar unos altavoces, o si llevas tiempo con ellos y no sabes por qué no suenan como esperabas, hazte un favor y echa un vistazo a estos 10 errores muy comunes que puedes evitar fácilmente. Ojo, que no hace falta ser ingeniero de sonido.
10 errores comunes que arruinan el sonido de tus altavoces
Comprar los altavoces equivocados para tu habitación
Lo primero y más importante: el tamaño importa. No, en serio. Si tu habitación es pequeña y te compras unos altavoces gigantes, vas a tener un festival de bajos que no te deja oír ni las voces. Y si haces lo contrario (altavoces mini en un salón enorme), el sonido se va a quedar corto, plano, sin fuerza. Como si pusieras una banda de rock en un cuarto de baño.
¿Consejo? Piensa en el tamaño de tu sala antes de gastar un euro. Y si tienes dudas, llama al fabricante o pregunta en una tienda especializada. No te fíes solo de lo bien que suenan en la tienda, porque esa sala está pensada justo para que suenen de lujo.
No combinar bien altavoces y amplificador
Este es un clásico: tienes un ampli potente y unos altavoces flojos… o viceversa. Resultado: o petas algo, o el sonido parece que viene de una radio de los 80.
Aquí lo importante es el equilibrio. Los altavoces y el ampli tienen que llevarse bien, como una buena pareja. Si uno es muy cálido, busca algo que lo complemente. Si el ampli es muy “cañero”, no lo calmes con unos altavoces dormidos.
Y no, no hace falta dejarte el sueldo en marcas de lujo. Solo necesitas que hablen el mismo idioma, que tengan una potencia compatible y que el estilo de sonido sea coherente.
Colocar los altavoces demasiado separados (o demasiado juntos)
Esto es más importante de lo que parece. Si colocas tus altavoces uno en cada esquina del salón, adiós imagen estéreo. Y si los juntas como si fueran siameses, te cargas la separación de canales.
La clave es formar un triángulo equilátero entre tú y los altavoces. Apunta a que los tweeters (esas piezas pequeñas que emiten los agudos) estén a la altura de tus oídos cuando estás sentado. Y sí, incluso unos centímetros de diferencia se notan. Así que no lo hagas a ojo: mide, prueba, escucha y ajusta.
Usar muebles como soporte (no, no vale la estantería del IKEA)
Aquí viene un error muy común: los altavoces tipo “bookshelf” no están pensados para ir en una estantería. Lo sé, se llaman así, pero no. El nombre engaña.
Colocarlos en una balda es una receta para el desastre acústico. Las estanterías vibran, reflejan el sonido, lo distorsionan. El resultado: sonido embarrado, sin claridad ni precisión.
La solución es usar soportes específicos. Hay algunos incluso que están diseñados para ciertos modelos de altavoces. Y si ya los tienes, al menos colócalos sobre una superficie sólida, con algún tipo de aislante (alfombrillas de goma, por ejemplo).
Dejar los altavoces pegados a la pared
Sí, sí, ya sé que no tienes mucho espacio. Pero si dejas tus altavoces pegados a la pared trasera, el bajo se va a disparar y el sonido se va a volver turbio.
La mayoría de los altavoces necesitan “respirar” por detrás, sobre todo si tienen puerto bass reflex en la parte trasera. Si los pegas al muro, ese aire rebota, genera resonancias, y lo que antes era una canción bonita se convierte en un batiburrillo de ruidos.
¿Regla rápida? Déjales al menos 20-30 cm de distancia respecto a la pared. Si no puedes, busca modelos que estén diseñados para funcionar en espacios más cerrados.
No revisar los conectores o dejar que se oxiden
Esto es de mantenimiento básico. Los conectores, sobre todo si usas bananas o cable pelado, pueden oxidarse con el tiempo. Y eso afecta (y mucho) al sonido.
Una buena limpieza de vez en cuando ayuda. Saca y mete el cable varias veces, límpialo si hace falta, y revisa que esté bien apretado. Ah, y si puedes, usa conectores de buena calidad, que no se suelten ni se deterioren con facilidad.
No usar picos o desacoplos en los altavoces de suelo
Los altavoces de pie o sus soportes deberían llevar siempre puntas metálicas (spikes) o bases que los desacoplen del suelo. Esto evita que las vibraciones se transmitan al suelo, lo cual no solo mejora el sonido, sino que además hará que tus vecinos de abajo no te odien tanto.
Y sí, los spikes pueden rayar el parquet, pero hay soluciones: monedas debajo, bases especiales o incluso tapetes de goma. Pero por favor, no los dejes “pelados” sobre el suelo, o todo el trabajo del altavoz se va al traste.
Escuchar demasiado cerca (o demasiado lejos)
Parece obvio, pero no lo es: si te sientas pegado a los altavoces, pierdes la coherencia del sonido. En lugar de una imagen estéreo bien integrada, oyes cada altavoz por separado, como si el cantante estuviera en dos sitios a la vez.
Busca esa distancia ideal que permita que el sonido “se una” antes de llegar a ti. Y no, no siempre es posible tener el espacio perfecto, pero un pequeño ajuste puede marcar la diferencia.
Usar cable barato o de mala calidad
Aquí no hablamos de gastarte 200 euros en un cable exótico bañado en unicornio. Pero tampoco sirve el cable cutre que venía con el viejo equipo de música de tus padres.
El cable de altavoz debe tener una sección adecuada (2.5 mm² es un buen punto de partida) y ser de buena construcción. Que conduzca bien la señal y que dure. Y si usas longitudes diferentes para cada canal, ¡hazlo compensado! No pongas 1 metro de cable para un lado y 5 para el otro.
Dejar las rejillas puestas (si no hacen falta)
Este es el más polémico: ¿rejillas sí o no? Pues depende. Algunas están pensadas para estar puestas (porque el diseño lo contempla), pero la mayoría suenan mejor sin ellas.
Las rejillas reflejan sonido, afectan a los agudos y, en general, restan claridad. Si no tienes niños con dedos curiosos ni gatos ninja en casa, pruébalo: quítalas y compara. Te sorprenderá el cambio.
En resumen, cuidar tus altavoces es cuidar tu experiencia sonora. No necesitas ser un audiófilo ni dejarte el sueldo en cacharros de lujo. Solo tienes que evitar estos errores básicos y tratar a tu sistema como se merece.
Porque sí, unos buenos altavoces bien colocados y bien combinados te pueden dar momentos mágicos. Pero si los tratas mal… bueno, digamos que tu música favorita no se lo va a tomar bien.