La primera vez que me puse serio con esto de las teles fue por culpa de un partido. Estaba en casa de un colega viendo el derbi, ambientazo, cervecitas, sofá cómodo… todo de 10. Pero había algo que no encajaba. El balón dejaba estelas, los movimientos eran a trompicones, y yo pensaba: ¿cómo puede ser que una tele “top” haga esto? La respuesta, que entonces no conocía, era la frecuencia de refresco. Desde ese día me prometí no volver a elegir una tele solo por el tamaño o por estar en oferta.
A partir de ahí, me cambió el chip. Cada vez que pruebo una nueva pantalla, me fijo en cómo se mueve todo: desde los rótulos del telediario hasta los barridos rápidos de cámara en las series. Porque te lo digo ya: la diferencia entre una imagen que parece natural y otra que parece un PowerPoint mal hecho no está solo en los colores o el contraste. Está en el movimiento. Y ese movimiento lo dicta, para bien o para mal, la frecuencia de refresco del panel… y los «trucos» que añade el procesado.
También aprendí —a base de foros, pruebas y más de una frustración— que no todo lo que suena a muchos hercios es automáticamente bueno. Está el Hz “de verdad” y el Hz de marketing. Está la interpolación (que “inventa” imágenes) y los modos que suavizan tanto que te hacen sentir como si estuvieras viendo un culebrón de sobremesa. Así que si quieres que el cine se vea como cine, el fútbol como en el estadio y los juegos como si los mandaras con la mente, hay que entender qué son los Hz reales y cómo usarlos bien.
¿Qué es la frecuencia de refresco (y qué no es)?
La frecuencia de refresco es el número de veces por segundo que la pantalla se actualiza. Se mide en hercios (Hz). Una tele de 60 Hz “redibuja” la imagen 60 veces por segundo; una de 120 Hz, pues 120 veces. A más Hz nativos, más fluidez y más nitidez en los movimientos… siempre que el contenido acompañe, claro.
Y aquí viene el lío que muchos no explican bien: los Hz de la tele no son lo mismo que los fps del contenido. Una peli puede ir a 24 fps y tu tele tener 120 Hz. Lo que hace la tele es adaptar esos 24 fotogramas para encajarlos en su ritmo interno. En el caso de 120 Hz, por ejemplo, cada fotograma se repite 5 veces (24×5=120). Resultado: movimientos suaves, sin tirones ni trompicones. Pero si tienes una tele de 60 Hz, entonces la cosa se complica: hay que hacer malabares y aparecen los famosos “judder”.
Y en España, para rizar el rizo, tenemos de todo: 24 fps en pelis, 25/50 en TDT, 30/60 en consolas y streaming… Por eso un panel de 120 Hz nativo es un salvavidas: permite adaptar todas esas cadencias sin complicaciones.
Luego están los palabros del marketing: TruMotion, PQI, MotionFlow, PMI… todo eso no son Hz reales. Son nombres para sus sistemas de interpolación, que lo que hacen es inventarse imágenes para que parezca que todo va más fluido. Y ojo, a veces queda bien (sobre todo en deportes), pero en cine puede provocar ese efecto telenovela que lo arruina todo. Mi consejo es claro: el Hz nativo es lo que importa, lo demás, tómatelo como una ayuda opcional.
Otro término que empieza a sonar es BFI (Black Frame Insertion), que mete fotogramas negros entre los reales para reducir desenfoque por movimiento. Puede mejorar la nitidez, sí, pero también baja el brillo y a veces parpadea. Yo lo uso con cuenta gotas, sobre todo en entornos oscuros.
Y si ves teles con 144 Hz, sobre todo en gamas gaming: no está mal, pero no te obsesiones. Si no tienes HDMI 2.1, VRR y buen panel, esos Hz extra no hacen milagros. Mejor centrarse en tener 120 Hz sólidos y bien aprovechados.
Por qué es importante (y cuándo lo vas a notar de verdad)
Porque el movimiento lo es todo. Vamos a los ejemplos prácticos, que es como yo me aclaro cuando pruebo una tele nueva:
Cine y series (24p, streaming): Aquí el panel de 120 Hz brilla. Al respetar la cadencia original (24 fps), los paneos no dan tirones y todo se ve como tiene que verse. Yo uso el modo Cine o Filmmaker y la interpolación en cero o mínimo. Así se mantiene el “look película” sin que parezca un documental de bodas. Si hay BFI, lo pruebo en “suave” cuando estoy en penumbra, porque sí que se nota la nitidez extra.
Deportes (50/60 fps): Aquí un buen refresco marca la diferencia. El balón se ve más limpio, los barridos no dejan estelas, el césped no vibra. Uso 120 Hz nativos y un poco de interpolación, pero con cuidado. Si lo subes mucho, aparecen cosas raras, como contornos artificiales o jugadores que parecen recortados.
Juegos (30/60/120 fps, VRR, ALLM): Esto es otro mundo. Si tienes consola nueva o juegas en PC, una tele con 120 Hz + HDMI 2.1 + VRR y ALLM es la clave para sacarle todo el jugo. Puedes jugar a 4K y 120 Hz, con input lag bajísimo y sin tearing. Yo siempre activo el modo Juego, dejo el VRR puesto y si el título va a 60 fps, a veces pruebo el BFI suave para afilar la imagen. Pero si va a 120 fps, fuera BFI y a gozar.
TDT, informativos y día a día (25/50/60 fps): Aunque no es esencial tener 120 Hz, se nota. Los movimientos son más fluidos, y si activas un poco de interpolación, la tele parece de gama más alta. A mí me gusta tenerlo activado en modo suave, sobre todo cuando vienen visitas y quiero “impresionar” sin que noten el truco.
Mis reglas de oro antes de comprar tele
Aquí van mis notas mentales, por si te sirven:
- Olvida el marketing: busca “Panel 100/120 Hz” reales. Si ves PMI, PQI y demás siglas raras, desconfía.
- Si vas a jugar, asegúrate de tener HDMI 2.1, VRR y ALLM. Es el pack básico gamer.
- Ajusta con sentido: cine = interpolación casi off, deportes = suave, juegos = off o con BFI según el caso.
- BFI es útil, pero no para todos. Si ves la tele con la persiana subida, mejor dejarlo apagado.
- 120 Hz encajan con todo: películas, series, juegos, TDT… dan paz mental. No tienes que andar tocando nada.
¿Se nota el salto de 60 a 120 Hz? Sí, y mucho. No solo por la suavidad, sino porque hay menos borrosidad, menos tirones, más estabilidad. Cambia por completo la experiencia, sobre todo si eres de los que se fija en los detalles.
Y para acabar, te dejo con esta imagen mental: la frecuencia de refresco es como la suspensión de un coche. No se ve, pero es lo que hace que el viaje sea cómodo o un suplicio. Puedes tener un panel con negros de cine y un pico de brillo brutal, pero si el movimiento va a tirones… es como conducir un Ferrari con ruedas cuadradas.
Así que ya sabes: elige bien los Hz, no te dejes engañar por numeritos mágicos y prueba tú mismo los ajustes. Cuando veas una peli sin saltitos, un partido sin estelas o un juego que responde al dedo, sabrás que valió la pena.