Los televisores 8K hicieron su aparición a finales de 2013, pero no comenzaron a fabricarse en masa hasta bien entrado el 2015 o principios de 2016. Y fue Samsung la que popularizó este formato allá por 2017, siendo actualmente el único fabricante que sigue creyendo en el 8K…aunque no por los motivos que realmente deberían haberla hecho apoyarlo: el tamaño de la pantalla.
Y es que una resolución no tiene por qué ser mejor que otra, si no que depende del tamaño de la pantalla y de la distancia a la que la visualicemos. Por ejemplo, no tiene ningún sentido poner una pantalla 8K a un móvil cuyo tamaño es de 5-6 pulgadas en el mejor de los casos, porque no vamos a diferenciarla de una pantalla 4K. Con los televisores, cuyas distancias de visualización suelen abarcar los 2-4 metros, pasaba lo mismo. Hasta ahora con la llegada de televisores de 98 y 115 pulgadas, donde estamos llegando ya al límite del 4K.
Los nuevos televisores de grandes dimensiones dan sentido a la resolución 8K. Ahora si es el momento
No quiero centrar el artículo en una marca concreta, porque como explicaba, hasta hace apenas un par de años, todos los fabricantes equipaban con lo mejor de lo mejor a sus televisores 8K, dejando a los modelos 4K en un segundo escalón tecnológico. Esa época ya pasó y la mayoría han entendido que la era del 4K tenía -y tiene- mucho recorrido.
Y es que la llegada del 8K no se pudo hacer peor, ya que por ejemplo el estándar UHD tenía su propio estándar y certificaciones casi a la vez que salieron los primeros modelos, algo que en la tecnología 8K no pasó hasta finales de 2021 con la 8K Association, casi 4 años después de que salieran a la venta los primeros televisores 8K y además no con todos los socios de peso…y sin consenso o normas para muchos temas técnicos. Y por supuesto, el segundo gran problema era la falta de contenido, que sufrimos aún a día de hoy, con un total de…bueno, de 0 películas disponibles en 8K.
Parece que las cosas van cambiando y poco a poco la industria del 8K vuelve a activarse tímidamente, algo lógico ya que hoy en día si tiene sentido este tipo de modelos: la tecnología está más madura, los costes han bajado una barbaridad, la IA ayuda mucho en postproducción, comieza a haber un consenso sobre el estándar del 8K y, de nuevo tímidamente, comenzamos a ver los primeros pinitos de Hollywood con el 8K. Y por supuesto, los televisores de enormes tamaños son justo lo que necesitaba el formato.
Los píxeles por pulgada de los televisores de gran tamaño están al límite con la resolución 4K. Un motivo de peso para la industria del 8K
La llegada de televisores gigantes de 98 o 115 pulgadas han supuesto, sin querer, la pócima mágica que necesitaba el 8K, ya que con estos tamaños de pantalla los píxeles por pulgada comienzan a estar al límite con la resolución 4K. Los ppi son fruto de dividir el la diagonal en píxeles de un televisor entre sus pulgadas…y aquí está el problema.
Por ejemplo, el monstruoso televisor de 115 pulgadas de TCL cuenta con los mismos píxeles que un televisor de 42 pulgadas (8 millones 300 mil y algo), pero su tamaño es un 173% mayor. Por tanto, los ppi del televisor de TCL son de solo 38 píxeles por pulgada mientras que en el modelo de 42 son de casi 105, por lo que la nitidez de las fuentes y del contenido que veamos será superior en el modelo de 42 pulgadas, por muy cerca que nos pongamos.
Este problema, a medida que aumentamos el tamaño de diagonal de una pantalla, se soluciona aumentando la resolución…y aquí es justo donde entra el 8K, pasando de 8300000 píxeles…a 33 millones y 200 mil píxeles. Lógicamente, hace falta que toda la cadena se adapte también (reproductores, cables, interfaces, etc.) y especialmente el contenido como las películas…algo que, como ya hemos dicho, están en ello. Ahora si tiene sentido.