Hubo un momento en la historia del audio en el que el estéreo se quedó corto. Literalmente. La gente venía de escuchar música en mono, luego se volvió loca con el estéreo en los años 60, y entonces alguien dijo: “¿Y si metemos cuatro canales? Uno en cada esquina del salón”. Así nació la llamada cuadrafonía o Quadraphonic Sound, un formato que, aunque parezca de ciencia ficción setentera, existió de verdad… y en vinilo.
Sí, sí. Nada de Blu-ray, ni Dolby Atmos, ni barras de sonido 7.1.4. Aquí hablamos de discos de vinilo que traían sonido envolvente 4.0, grabados con técnicas específicas y que requerían reproductores compatibles, amplificadores especiales y un mínimo de cuatro altavoces. Suena a lío (y lo era), pero para los audiófilos de los 70, esto fue el equivalente a tener una sala de cine en casa.
Lo más loco del asunto es que, pese a lo rebuscado del sistema, hubo discográficas grandes como CBS, RCA, Capitol o EMI que apostaron fuerte por la cuadrafonía. Se publicaron cientos de títulos en este formato, incluyendo discos de Pink Floyd, Santana, The Doors, Miles Davis, Jefferson Airplane o Chicago, por nombrar solo algunos. ¿El problema? Pues que todo se vino abajo igual de rápido que empezó…
¿Qué demonios era la cuadrafonía y cómo funcionaba?
Para entender la cuadrafonía, hay que retroceder al contexto de los años 70. El audio estéreo ya era el estándar y las casas empezaban a llenarse de equipos Hi-Fi con dos altavoces bien plantados a cada lado del salón. Pero claro, los ingenieros de sonido y las discográficas querían más. ¿Y si en lugar de dos canales usábamos cuatro? Así se podría tener un sonido envolvente con instrumentos y efectos “viniendo” desde distintos puntos de la habitación.
La idea era replicar en casa algo parecido a un concierto en vivo, donde los sonidos no vienen solo del frente, sino también de los lados y de atrás. Y para ello nacieron varios sistemas de cuadrafonía que competían entre sí, algo que —ya te puedes imaginar— fue parte de su fracaso.
Entonces… ¿cómo narices metían 4 canales en un vinilo?
Aquí viene lo verdaderamente interesante. Lo de meter cuatro canales en un vinilo era un malabarismo técnico impresionante. Recuerda que los vinilos tradicionales solo tienen dos canales físicos, uno por cada lado del surco (izquierda y derecha). Así que había que inventarse formas de codificar cuatro canales dentro de esos dos.
Y eso se hizo de dos formas distintas:
1. Sistemas matriciales (SQ, QS…)
Los sistemas como SQ (CBS) o QS (Sansui) usaban un truco llamado codificación matricial. Lo que hacían era esconder los canales traseros dentro de la señal estéreo, modificando la fase y amplitud de las señales. Luego, con un decodificador especial, podías extraer esos canales y enviar el audio a tus cuatro altavoces.
¿Lo bueno? Que eran compatibles con tocadiscos normales. Si no tenías decodificador, podías seguir escuchando el disco en estéreo sin problema.
¿Lo malo? Que el efecto envolvente no era muy preciso. Era más “ambiental” que real, y dependía mucho del decodificador y de la colocación de los altavoces.
2. Sistemas discretos (CD-4)
Aquí es donde entra lo verdaderamente loco. RCA apostó por un sistema llamado CD-4 (Compatible Discrete 4) que sí grababa cuatro canales reales y separados en el vinilo. ¿Cómo lo hacían? Pues:
- Usaban el surco principal para los canales frontales (izq. y der.).
- Y encima, añadían una portadora de ultra alta frecuencia (sobre 30 kHz) que contenía los canales traseros codificados en FM.
Para poder leer eso hacía falta:
- Una aguja especial que llegase a frecuencias súper altas.
- Un cartucho fonográfico de gama alta con buena respuesta.
- Y un demodulador CD-4 para decodificar todo eso.
Una ingeniería brutal, sí… pero también un quebradero de cabeza para el usuario medio.
¿Por qué se fue todo al garete?
Pues como pasa con muchas tecnologías adelantadas a su tiempo, la cuadrafonía se hundió por culpa del caos comercial y la falta de estándares claros. Cada sistema requería sus propios reproductores, decodificadores, discos y configuración. Si te comprabas un disco en formato SQ y tu equipo era QS o CD-4, sonaba mal o directamente no funcionaba como debía. Vamos, como si hoy quisieras ver una peli en Dolby Vision en una tele que solo admite HDR10: técnicamente puedes… pero no es lo mismo.
Además, los equipos eran caros, complejos de configurar y ocupaban espacio, algo que no todo el mundo estaba dispuesto a asumir en un salón normal. Y claro, cuando tienes que elegir entre complicarte la vida o poner un vinilo estéreo y disfrutar, la mayoría optaba por lo segundo.
Para colmo, el marketing fue confuso, y ni siquiera las discográficas sabían cómo vender bien esta movida. ¿Cuántos canales tiene? ¿Qué equipo necesito? ¿Es compatible con mi tocadiscos? ¿Y si me equivoco de sistema? Las dudas eran muchas, y eso espantó al comprador medio.
¿Y qué queda hoy de todo esto?
Aunque parezca mentira, la cuadrafonía dejó huella, y no solo como anécdota. Muchos discos cuadrafónicos fueron reeditados años después en formato multicanal digital, ya sea en SACD, DVD-Audio o Blu-ray Audio. De hecho, algunas mezclas originales 4.0 se han recuperado como parte de ediciones de lujo, y algunos fans las consideran auténticas joyas del audio Hi-Fi.
Además, el concepto de sonido envolvente que nació con la cuadrafonía fue el germen de lo que hoy disfrutamos con el cine en casa, los sistemas 5.1, 7.1 e incluso Dolby Atmos o DTS:X. La idea de “meter al oyente dentro de la música” ya estaba ahí, en un vinilo de 1972.
Y lo más curioso es que hoy en día hay coleccionistas que siguen buscando estos discos cuadrafónicos, equipos compatibles y todo el sistema para revivir esa experiencia. Porque sí, aunque fuera un fracaso comercial, fue un sueño técnico que adelantó su tiempo, y que nos recuerda que la historia del audio siempre ha estado llena de ideas brillantes, aunque algunas no acabaran de cuajar.
¿Te imaginas que hoy Apple Music o Tidal te vendieran un vinilo 4.0 con Atmos? Pues eso ya se hizo… hace más de 50 años. Y en algunos aspectos, la cuadrafonía fue el primer paso hacia lo que hoy damos por hecho: que el sonido nos envuelva por completo. Aunque para lograrlo haya que poner cuatro altavoces, girar el sofá… y quizás rebuscar en Wallapop.